Perdonar, una tarea a la que el cristiano
no puede hacer oídos sordos, una práctica que muchas veces conlleva con
ella misma un sentimiento de alivio tanto para el que perdona como para
el que es perdonado.
Sin
duda que el no perdonar nos ata en nuestro interior, y se encarga de
hacer crecer grandes sentimientos de rencor, amargura, etc, etc, creando
un germen con capacidad de crecer y condicionarnos.
Tambien entiendo que no siempre perdonar signifique reestablecer la anterior relación o situación, pero indefectiblemente creo que es necesario el perdón, en más de una oportunidad esto no es tan fácil, y a veces entra dentro del rango de lo imposible.
Quizás
ante la mayoría de las ofensas que recibimos o cometemos no sea tan
complejo el ejercitar esta disciplina, ya que está mas que claro que
todos somos seres falibles y que cometer errores que dañen u ofendan a
otros, de alguna u otra manera es algo que todos atravesamos o cometemos en más de una oportunidad.
Entonces podríamos decir que acordamos que corresponde perdonar cuando la falta que cometimos o nos cometieron es del tamaño “Standard” o normal.
¿Quién
de nosotros no ha perdonado alguna falta de las consideradas comunes o
normales?, creo que todos, y es más, tampoco creo que haya discusión
acerca de este tipo de perdón. Hasta aquí podríamos decir que todos
estamos de acuerdo.
Lo
que sucede es que seguir las enseñanzas del maestro no es una tarea que
cualquiera pueda interpretar de una manera lógica, tampoco que se pueda
comprender solo con el intelecto.
Dijo Jesús
“Ama a tu enemigo.”
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